lunes, 7 de noviembre de 2011

La minería, esa vieja gorda y ajena

José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red Social para la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA. Canadá), ex Secretario General del SUTEP (Perú)


Es una fiebre de alta temperatura financiera la que se da en las transnacionales de la minería metálica y los hidrocarburos. Grandes empresas extranjeras (Estados Unidos, Canadá, China Popular) y otras nacionales, no tan grandes pero lo suficientemente poderosas hasta para tener ministerios a su cargo, predican la “minería limpia”, la “responsabilidad social” de sus empresas y, como no podía faltar, el “desarrollo” con grandes beneficios para las comunidades donde depredan el medio ambiente.
Están bien representados esos grandes intereses de la globalización capitalista que está horadando las tierras fuera de su país de origen. En el Perú está la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía (SNMPE), asociación corporativa que defiende los intereses de gran burguesía parasitaria y los de las transnacionales, jugando como burguesía intermediaria entre el Estado peruano y aquellas que traen las inversiones más grandes. Su actual Presidente, Pedro Martínez, defendiendo los intereses de la transnacional Newmont, dueña de Yanacocha en Cajamarca, declara en una entrevista (La República de Lima, 03/11/2011, p. 6) que los pueblos de la región Cajamarca, en lucha contra la depredación de las aguas por el proyecto Gonga de la misma Yanacocha, o sea, de la misma Newnont, buscan “chantajear a la minería formal” y, como si los peruanos fuésemos ignorantes y este empresario el sabio, agrega en la misma entrevista que “…vemos una escalada de desinformación y extorsión contra la minería formal”.
Una vieja historia
La más vieja de las historias que tenemos de la minería extranjera en el Perú es la que se dio, con los metales preciosos y el tungsteno, cuando los colonialistas españoles explotaban en la sierra centro y sur del Virreinato peruano (hoy Perú y Bolivia, Huancavelica y Potosí, respectivamente) nuestros minerales usando el sistema de trabajo de la mita, verdadera explotación esclavista de los indígenas del ande. No es casual que aquellas regiones sigan sumidas en el atraso más lamentable si las comparamos con otras regiones del Perú y de Bolivia de nuestros tiempos.
Pero uno de los casos más evidentes en el Perú es la explotación minera en las regiones de Junín y Pasco donde se encuentran los centros mineros de La Oroya (provincia de Yauli, en Junín) y Cerro de Pasco (en Pasco). La Oroya es una de las provincias de Junín con más índice de pobreza y no se sabe cómo la gran minería ha promovido un desarrollo que no aparece ni en la educación ni en la salud de los yaulinos. La misma capital de Pasco, Cerro de Pasco, es una ciudad invivible al igual que sus distritos, cuya población supervive en los altos de un cascarón perforado por esa gran “minería formal” a la que se refiere el minero peruano Pedro Martínez. En la misma situación de pobreza se encuentra la provincia de Daniel Alcides Carrión de la misma región Pasco, a solo tres horas de la capital regional. Contrariamente a lo que afirman los grandes mineros, la otra provincia pasqueña, Oxapampa, con un manejo agrícola como actividad principal, dispone de mejores condiciones de vida para sus habitantes, aunque sigue siendo una provincia con altos índices de pobreza extrema. ¿Qué hubiese pasado en Oxapampa si hubiese tenido la “mala suerte” de poseer grandes yacimientos de hierro, cobre, oro, plata, gas y petróleo? Con toda seguridad que las Newmont y Cía. ya hubiesen borrado todo atisbo de actividad agrícola y pecuaria.
No olvidemos la situación de pobreza en que se encuentran las poblaciones de la región La libertad (Pataz, Faustino Sánchez Carrión y Santiago de Chuco), donde hoy operan nuevas transnacionales y mineras nacionales, pero donde desde principios del siglo XX la explotación minera diezmó a varias generaciones de pobladores del ande a través de su inhumana explotación salarial, además de crímenes contra trabajadores que se atrevían a organizarse para defender sus derechos.
Si la población piurana de Tambo Grande no se hubiese organizado y defendido su sus tierras limoneras, estas ya estarían arrasadas por las transnacionales del oro que pretendieron excavarlas para “traer el desarrollo”. Recuerdo que cuando esa lucha se dio, el fujimontesinismo, privatizador y entreguista, quiso imponer el contrato de explotación. El argumento de quienes defendíamos las tierras del mejor limón peruano era: ¿qué es mejor, 17 años de explotación minera y su canon con la inutilización definitiva de las tierras, o la preservación de las tierras para una agricultura que sustentará a todas las generaciones venideras, con trabajo sano y frutos prodigiosos? Esta pregunta vale para todos los pueblos donde los yacimientos mineros funcionan como un imán para las ambiciones de las transnacionales.
Mitos y falacias de la minería y defensa de Cajamarca
Primero está el mito y la falacia de la “minería limpia”. ¿Hay minería limpia? Si hubiese, la propia población de Estados Unidos, en los estados donde hay grandes yacimientos, no se opusiera a que las propias transnacionales yanquis exploten esos minerales enterrados por millones de años. ¿Puede don minero Pedro Martínez afirmar que sus socias mayores están chantajeadas por sus propios compatriotas? Pero si vamos al hecho mismo de excavar y extraer miles de miles de toneladas de tierra y piedra, polvo y gases terriblemente tóxicos, los efectos de esta avalancha no se puede mitigar ni con las maquinarias más modernas, amén de que a las mineras y a sus operadores en el campo de trabajo no les interesa aquello del Estudio de Impacto Ambiental, para ellos, un mero trámite burocrático en el que interviene una mezcla de ex funcionarios del Estado y luego de las mineras, concubinato de los mismos intereses. De manera que dos mitos y falacias en un solo daño verdadero: la “minería limpia” y el Estudio de Impacto Ambiental. Imposible detener el daño de materiales no controlados, inclusive del deterioro causado en centros de relave y lugares de derrame de mercurio y otros insumos tóxicos. La extracción minera, para no ser totalmente perjudicial, para que sus efectos sean por lo menos mitigados, debe ser realizada donde no haya agricultura y donde no haya poblaciones asentadas o cercanas a los yacimientos. Lo que se puede dejar de percibir como canon se puede (y debe) compensar, de lejos, con una agricultura y actividades conexas bien planificadas, también la actividad forestal. Todos los argumentos sobre la “minería limpia” no pasan de ser los cuentos de hadas de los “señores de la mina” que solían cantar los trabajadores mineros de Chile en su famosa canción de protesta.
El otro mito y falacia es aquello del “desarrollo” que traen las mineras, propaganda bien montada y bien pagada por la SNMPE, donde aparecen supuestos agricultores y piscicultores usando las “limpias aguas” producidas por las empresas. A esta propaganda hay que agregar los miles de “puestos de trabajo” que crean las mineras. También están el canon para la realización de obras de infraestructura en el entorno de las poblaciones afectadas y la sustitución de los ríos y lagos arrasados por represas para el almacenamiento de agua. Y el “mejor” mito de las mineras y sus defensores: trae grandes inversiones que necesitamos para las obras públicas y las políticas de “inclusión social”, tan ponderada hoy por los mismos enemigos de esa inclusión. Sobre estos mitos y falacias hay que decir algo.
El desarrollo sin comillas puede construirse a partir de actividades que no destruyan la tierra, la biodiversidad y el medio ambiente. No es esperando la explotación minera que construiremos del desarrollo de nuestros pueblos. En todo caso, seamos los propios peruanos quienes decidamos dónde y cuándo extraer las riquezas naturales del subsuelo. La premura de las mineras tiene que ver con los intereses del gran capital internacional.
La agricultura y la piscicultura se pueden desarrollar usando solamente nuestras fuentes de aguas naturales, limpias y no sospechosamente tratadas después de haber sido contaminadas. Los supuestos agricultores y piscicultores que hablan en los espots no son sino personas asalariadas por las propias mineras.
Los miles de puestos de trabajo, que son ciertos, no son permanentes ni bien remunerados, mucho menos hoy en que el neoliberalismo destruyó todos los derechos laborales. Con salarios miserables, sin derechos laborales, con todos los peligros que supone el trabajo en las minas, algunos trabajadores son atraídos con ciertos “privilegios”, como becas de estudio para sus hijos y otros que no representan gastos significativos comparando con los miles de millones anuales que las transnacionales repatrían a su país de origen como ganancias netas, dejando en el país, en salarios, impuestos, canon y regalías no más del 15% de su ganancia bruta.
Y las grandes inversiones que realizan las mineras en nuestro país, ¿no es, acaso, un hecho positivo para nosotros? Si verdaderamente nos transformaría en un país desarrollado esa afirmación sería la correcta. Pero la historia ha demostrado que esas inversiones, más bien, sirven al desarrollo de la industria extranjera y a nosotros nos siguen manteniendo como meros vendedores de materias primas al vaivén de los precios manipulados por las mismas corporaciones que invierten en los países pobres. El manejo relativamente independiente que tenían los países productores de petróleo está por concluir porque los países árabes, invadidos por las potencias capitalistas a través de la OTAN, dejarán de actuar en la OPEP (Organización de los Países Productores de Petróleo). Lo que necesitamos son inversiones para industrializar el Perú, desarrollar una agricultura y una agroindustria que nos permitan generar trabajo permanente para millones de peruanos con base en la pequeña y mediana propiedad y la propiedad cooperativa, principalmente, y la seguridad alimentaria interna, sin excluir, por cierto, la exportación.
No es verdad que la mayoría de los países lograron su desarrollo con la explotación de minerales en su propio país. ¿Por qué nosotros, que tenemos ingentes recursos naturales no solamente mineros, no podríamos generar nuestro propio desarrollo, incluyendo también una racional explotación minera?
Tildar de “antimineros” a quienes defienden el derecho a la vida no pasa de ser una calumnia de los defensores de las transnacionales.
Con el pueblo de Cajamarca
En Cajamarca se consumó el primer acto criminal de la conquista, también de la traición de ciertos jefes indígenas que, creyendo ver en los recién llegados sus aliados para derrotar a su enemigo interno, ayudaron a destruir el ejército de Atahualpa hasta acabar con la vida de este.
En estos momentos Cajamarca enfrenta a otro ejército, el de los dólares americanos, nuevamente con aliados internos, incluso del propio gobierno nacionalista, algunos de cuyos funcionarios tratan de finiquitar la presencia del proyecto Conga que significará, de consumarse, la destrucción de las aguas naturales. Es más que sospechoso que el Ministro de Energía y Minas se desplace en el avión privado de la minera Yanacocha, la que pretende derrotar a los pueblos de Cajamarca, Celendín, Bambamarca, con sus alcaldes y frentes de defensa.
Si el gobierno del señor Ollanta Humala da paso a Conga, ya sabremos que el nacionalismo no es sino una coartada para seguir manteniendo el programa neoliberal. Y entonces se podrá decir: consumatum est.


Iquitos, noviembre 04 del 2011.
<amazonayahuascaramos@yahoo.es>
http://vanguardia-intelectual.blogspot.com

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