Por : Rodrigo Montoya Rojas
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En mi columna del sábado anterior, escrita antes que el presidente Humala asumiese como suya la tesis “minas y agua” defendida por las empresas multinacionales, sostuve que si queremos una política seria de largo plazo no debemos aceptar que las grandes empresas (y también las informales y las medianas y pequeñas empresas) destruyan las nacientes de ríos y lagunas en las partes altas de las cuencas. Los grandes empresarios mineros que se llenan de dinero han inventado un falso dilema entre mineros y anti mineros y una mentira mayor al querer hacernos creer que el llamado desarrollo del país depende de ellos y que los supuestos anti mineros serían enemigos de ese desarrollo y del país.
El problema de fondo no es minas y agua sino minas en beneficio de quiénes. De lo que no se habla y menos se discute es sobre quiénes se llevan la parte del león. Por qué si “el subsuelo es de todos los peruanos”, grandes empresarios extranjeros y sus aliados peruanos se llevan la mejor tajada de la torta y dejan sólo una pequeña para el Estado. ¿Por qué en países como Chile y Brasil la mayor parte de la torta energética es para los Estados y la menor para sus aliados privados de dentro y fuera? Hoy, en Perú la clave del asunto está en una decisión política para cambiar los contratos e invertir las proporciones: que el Estado reciba por lo menos dos tercios de lo que la riqueza peruana produce y que las empresas se conformen con el tercio restante. ¿Quién le pone ese cascabel al gato?
La promesa de la llamada “Gran transformación” va diluyéndose con gran rapidez. Lo que nunca antes había dicho el presidente Humala es que esa promesa depende de respetar y blindar los contratos ya existentes. En otras palabras, no cambiará nada de lo esencial salvo la aceptación y la alegría de la derecha para celebrar la caja de buenas sorpresas que trae el mismo Sr. Humala, considerado hace sólo cuatro meses por sus nuevos fans de hoy como un demonio chavista, comunista, anti minero, enemigo del país y un largo etcétera de insultos racistas en las cloacas de sus redes sociales.
También comenzó ya la decepción de los votaron por el Sr. Humala con alguna ilusión. Quienes en la campaña electoral le oyeron decir “oro no, agua sí”, saben muy bien que esa frase no quiere decir lo mismo que oro sí y agua sí. Como tantas veces en el pasado, el candidato presidencial prometió maravillas para ganar votos y una vez elegido: “si te he visto no me acuerdo”, “yo no quise decir eso”. Están frescas las mentiras de Toledo y de García. Por esas huellas sigue Humala, aferrándose a la palabra inclusión que quiere decir todo y nada y que, en última instancia, significa aliviar en algo la pobreza del país, no tocando el problema de la desigualdad como si fuera posible hacer tortillas sin tocar y romper los huevos.
El bloque de la izquierda oficial, que cogobierna como aliado de segundo orden, ha recibido la nueva posición del presidente Humala con gestos y frases de sorpresa, silencio, y tibio apoyo, con la esperanza de que la situación podría volver a cambiar. La inclusión como una de las últimas promesas pendientes de ser cumplida es probablemente considerada como una pequeña tabla para seguir flotando entre agitadas aguas y seguir teniendo fe en su opción de “poner el hombro para ayudar” y no quedar siempre en la oposición. Debe ser muy difícil para ellas y ellos ver que sus ilusiones comienzan a diluirse tan temprano.
Queda pendiente una pregunta más si pensamos en las políticas de fondo, de largo plazo para el país: Si hay tanto oro en el país, y si el oro es cada vez más importante en el mundo, ¿por qué las reservas de la economía peruana están en dólares y ¿por qué en vez de comprar más oro se compran más dólares?
El problema de fondo no es minas y agua sino minas en beneficio de quiénes. De lo que no se habla y menos se discute es sobre quiénes se llevan la parte del león. Por qué si “el subsuelo es de todos los peruanos”, grandes empresarios extranjeros y sus aliados peruanos se llevan la mejor tajada de la torta y dejan sólo una pequeña para el Estado. ¿Por qué en países como Chile y Brasil la mayor parte de la torta energética es para los Estados y la menor para sus aliados privados de dentro y fuera? Hoy, en Perú la clave del asunto está en una decisión política para cambiar los contratos e invertir las proporciones: que el Estado reciba por lo menos dos tercios de lo que la riqueza peruana produce y que las empresas se conformen con el tercio restante. ¿Quién le pone ese cascabel al gato?
La promesa de la llamada “Gran transformación” va diluyéndose con gran rapidez. Lo que nunca antes había dicho el presidente Humala es que esa promesa depende de respetar y blindar los contratos ya existentes. En otras palabras, no cambiará nada de lo esencial salvo la aceptación y la alegría de la derecha para celebrar la caja de buenas sorpresas que trae el mismo Sr. Humala, considerado hace sólo cuatro meses por sus nuevos fans de hoy como un demonio chavista, comunista, anti minero, enemigo del país y un largo etcétera de insultos racistas en las cloacas de sus redes sociales.
También comenzó ya la decepción de los votaron por el Sr. Humala con alguna ilusión. Quienes en la campaña electoral le oyeron decir “oro no, agua sí”, saben muy bien que esa frase no quiere decir lo mismo que oro sí y agua sí. Como tantas veces en el pasado, el candidato presidencial prometió maravillas para ganar votos y una vez elegido: “si te he visto no me acuerdo”, “yo no quise decir eso”. Están frescas las mentiras de Toledo y de García. Por esas huellas sigue Humala, aferrándose a la palabra inclusión que quiere decir todo y nada y que, en última instancia, significa aliviar en algo la pobreza del país, no tocando el problema de la desigualdad como si fuera posible hacer tortillas sin tocar y romper los huevos.
El bloque de la izquierda oficial, que cogobierna como aliado de segundo orden, ha recibido la nueva posición del presidente Humala con gestos y frases de sorpresa, silencio, y tibio apoyo, con la esperanza de que la situación podría volver a cambiar. La inclusión como una de las últimas promesas pendientes de ser cumplida es probablemente considerada como una pequeña tabla para seguir flotando entre agitadas aguas y seguir teniendo fe en su opción de “poner el hombro para ayudar” y no quedar siempre en la oposición. Debe ser muy difícil para ellas y ellos ver que sus ilusiones comienzan a diluirse tan temprano.
Queda pendiente una pregunta más si pensamos en las políticas de fondo, de largo plazo para el país: Si hay tanto oro en el país, y si el oro es cada vez más importante en el mundo, ¿por qué las reservas de la economía peruana están en dólares y ¿por qué en vez de comprar más oro se compran más dólares?
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